El hombre es un ser social por naturaleza. Nuestra vida transcurre relacionándonos con otras personas, por ello saber cómo comunicarnos y cómo convivir con los demás es una de las bases para tener una vida satisfactoria. Y, claro, la convivencia necesita un aprendizaje.
Desde que somos pequeños estamos relacionándonos con otras personas y para poder convivir con los demás, empiezan a adquirir una serie de conocimientos y reglas, que proceden tanto de sus padres y profesores como del propio contacto con otros pequeños. Es lo que denominamos educación.
Este concepto de educación es fundamental en la convivencia y comunicación con nuestros semejantes, y no debe entenderse únicamente como una serie de normas y convencionalismos sociales. Por eso, también en el ámbito familiar o con nuestro grupo de amigos y compañeros, debemos aplicar conceptos tales como tener paciencia, saber escuchar, respetar las ideas y opiniones de los demás, hablar con respeto, etc.
Y entre los elementos para una buena convivencia tenemos el respeto, que es aceptar la dignidad de esta persona como tal, sin prejuicios ni discriminaciones, y entender que puedan tener pensamientos y opiniones distintos a los nuestros.
También se encuentra la afabilidad, que se entiende como una actitud positiva en nuestra relación con los demás. Un ambiente de cordialidad facilitará nuestras relaciones con los demás pero si nuestra actitud es recelosa o indiferente, difícilmente nos llevará a una convivencia satisfactoria.
Y no hay que olvidar la inteligencia en las relaciones sociales. Y es que las buenas intenciones no son siempre suficientes. Cuantas veces hemos visto a personas que tienen el dudoso don de la impertinencia y molestan continuamente sin ser conscientes de ello.
Finalmente, tenemos la educación, que es una de las bases de una buena convivencia, y la podemos considerar como un compendio de los puntos anteriores.
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