El término fetiche alude a un ídolo u objeto de culto, de ciertos pueblos primitivos. A este objeto se le atribuían propiedades mágicas derivadas de un dios o de determinada persona.
En el área sexual el fetiche es algo que se necesita para alcanzar el goce sexual y nos habla de la vinculación erótica con un objeto inanimado o una parte del cuerpo, como manos, pies, glúteos, cabello, medias, pieles, zapatos, entre otros elementos.
Entonces, cuando nos gustan los atributos específicos de las personas, como los hombres que desean sólo a las mujeres rubias o las morenas y bajitas con aire de “femme fatale”. Cada quien tiene sus propios gustos y por ende fetiches favoritos a los que les vemos la posibilidad de darnos placer.
Una parte del fetichismo tiene que ver con la cultura que parcializa el cuerpo, confundiendo la parte con el todo (pars pro toto): si tiene mejores pompas será más ardiente, si posee senos prominentes nos deparará, seguro, mayor felicidad en la cama.
Debemos comentarles que los varones han sucumbido fácilmente a estos valores ilusorios que, por otra parte, cambian según las modas y costumbres imperantes. En los años 30, por ejemplo, muchos hombres solían excitarse con la ropa femenina. Actualmente, muchas personas, en países como Japón, han hecho de las cuerdas y sogas su fetiche.
En todo caso, el fetichismo sexual se considera una práctica inofensiva, salvo en el caso de que provoque malestar clínicamente significativo o problemas a la persona que lo padece, en este caso llegar a considerarse un trastorno patológico propiamente dicho.
Como lo dijimos antes, todos tenemos fetiches, si nunca has reflexionado cuál es el tuyo, quizá es buen momento de hacerlo y con ello utilizarlo como una forma novedosa de crear, junto con tu pareja, nuevos juegos para gozar más de tu sexualidad.
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